Al Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado español.
Excelencia,
No quiero dejar de unir a las muchas felicitaciones que habría recibido, con motivo de la promulgación de los Principios Fundamentales, la mía personal más sincera.
La obligada ausencia de la Patria en servicio de Dios y de las almas, lejos de debilitar mi amor a España ha venido, si cabe, a acrecentarlo. Con la perspectiva que se adquiere en esta Roma Eterna he podido ver mejor que nunca la hermosura de esa hija predilecta de la Iglesia que es mi patria, de la que el Señor se ha servido en tantas ocasiones como instrumento para la defensa y propagación de la santa fe católica en el mundo.
Aunque apartado de toda actividad política, no he podido por menos de alegrarme, como sacerdote y como español, de que la voz autorizada del jefe del Estado proclame que "la nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, única y verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación". En la fidelidad a la tradición católica de nuestro pueblo se encontrará siempre, junto con la bendición divina para las personas constituidas en autoridad, la mejor garantía de acierto en los actos de gobierno, y en la seguridad de una justa y duradera paz en el seno de la comunidad nacional.
Pido a Dios Nuestro Señor que colme a vuestra excelencia de toda suerte de venturas y le depare gracia abundante en el desempeño de la alta misión que tiene confiada.
Reciba, excelencia, el testimonio de mi consideración personal más distinguida con la seguridad de mis oraciones para toda su familia.
De vuestra excelencia affmo. in Domino,
Roma, 23 de mayo de 1958.
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Reproduïda per Juan Eslava Galán a 'De la alpargata al seiscientos', Círculo de Lectores, 2011 (p. 388). Diu que la carta es conserva a la Fundación Francisco Franco.